19 de abril de 2020

Es mucho lo que Soria nos ofrece, pero antes de
adentrarnos más en la
ciudad y su historia, un
reconocimiento a los poetas
que la cantaron. Ya habíamos
mencionado a Bécquer y a
Machado al hablar de San Polo.
Soria y los poetas
Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.
La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el camínate lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.
Antonio Machado. Campos de Soria. Fragmento
Soria ha sido tierra que conmovió a los poetas que la habitaron. Antonio Machado, nacido en Sevilla, fue profesor del Instituto de Segunda Enseñanza conoció en Soria el amor y el dolor de la temprana muerte de la amada, Gustavo Adolfo Bécquer se casó en Soria y aunque vivió poco tiempo en la provincia sus lugares fueron fuente para su extraordinaria creación. Gerardo Diego, montañés, nacido en Santander, fue también profesor en el instituto donde había enseñado Machado. Precisamente él va a reconocer a los poetas que le antecedieron en el amor a Soria:
Bécquer en Soria
Gerardo Diego
Desde el cántabro mar que mi niñez limita
en elásticos círculos norteños,
subí, no a la alta Soria, heroica y eremita,
sino a la de los líricos, errantes, libres sueños
de Bécquer, el celeste paria
burlado de una clara fantasma estrafalaria.
Pobre Gustavo Adolfo, héroe de tus leyendas,
enamorado de un rayo de luna verde
─¿mujer, esencia, sueño?─, que te esquiva y se pierde
entre los troncos crédulos, por las cándidas sendas.
Tu Soria pura, Bécquer, contigo en el camino
musical del caballo que te lleva a Veruela.
Si la cabeza vuelves, ves la amarilla muela
del castillo ─tan lejos vespertino.
Tu fantasma hecho forma ─mujer de piedra─ vela
“en la imponente nave del templo bizantino”.
Ya el monte de las Ánimas te sepulta su loma.
Ya ni el castillo emerge del lindero.
¿Por qué cierras los ojos? ¿Ves mejor así el Duero?
Calla. ¿Le oyes? Por huertas de Templarios asoma,
la presa airosa salta, tuerce su cauce huidero;
con voluntad sonora
limita, impulsa, espeja y ríe y llora.
Poetas andaluces
que soñasteis en Soria un sueño dilatado:
tú Bécquer, y tú, Antonio, Buen Antonio Machado,
que aquí al amor naciste y estrenaste las cruces
del dolor, de la muerte. Desde el cántabro mar,
también, como vosotros, subí a Soria a soñar.
Soria en una de las fotografías de Casado publicadas en ABC (1936) complementando el poema “Bécquer en Soria”
Estatua de Gerardo Diego con la estrofa final de su poema a los poetas sevillanos, Antonio Machado y Gustavo Adolfo Bécquer.